26. La ciudad alfabeto: Tepotzotlán


Atravesé los caminos rurales y serpenteantes que constituyen Tepotzotlán, a cuyas orillas yacen casas y tiendas opulentas. Al dar la vuelta en una de sus calles, vi un letrero en una tienda que ofrecía pintar publicidad. Los rotulistas le imprimen un carácter indeleble a las fachadas comerciales del borde de la ciudad. Su trabajo, de tipografía de fantasía e imágenes icónicas, es omnipresente.
A veces las letras dicen más del futuro del extrarradio que el edificio en el que se encuentran. No es por lo que dicen sino porque sus figuras proyectan el futuro de la ciudad: la señalización de un gobierno decadente, los logotipos corporativos brillantes, garabatos de grafiti y el trabajo idiosincrático, limpio y colorido de los pintores manuales.
Me gustó mucho el trabajo que hacían los pintores manuales en los lugares donde se llevaban a cabo reuniones de alcohólicos anónimos. Las letras irradiaban tanto esperanza como desesperanza. Aprendí a asociar la pulcritud de estos pintores con la atmósfera rural, de pueblo pequeño. Imaginaba a los personajes importantes del pueblo paseando entre los pequeños comercios; encontraba reconfortante la idiosincrasia manual y conservadora de cada fachada. Las calles con vegetación frondosa y los edificios coloniales pintados de rojo y negro de Tepotzotlán eran un ejemplo apropiado de esto. Aunque encontré los letreros callejeros más interesantes en Valle de Chalco, serpenteaban las paredes formando una infinidad de estilos y figuras. En Tepotzotlán las letras tenían una caligrafía limpia evocadora del México colonial.
Me asomé a una tienda, un hombre en sus treinta estaba sentado frente a su escritorio, examinando un fólder blanco. Le conté de mi interés en la tipografía. Me respondió que cada vez era más frecuente el uso de publicidad y anuncios diseñados en computadora, pero que todavía había un buen mercado para la publicidad pintada a mano. Las letras pintadas a mano tienen la ventaja de hacer uso óptimo del espacio disponible, mientras que la publicidad impresa que adorna las fachadas de las tiendas tiene formas rectangulares.
El hombre había comenzado su negocio como aprendiz de su tío. Copiaban o inventaban las fuentes según las necesidades. Pasaba mucho tiempo pintando sobre grafiti. Si bien en ocasiones respetaba la creatividad de los artistas de grafiti, esto era excepcional. Más adelante, otro rotulista de Ciudad Nezahualcóyotl me contó que a veces le pedían pintar murales cubiertos de grafiti. Las paredes no se salvaban de ser cubiertas de grafiti por la calidad de las obras que exhibían, sino por lo que representaban. Algunas figuras merecían mucho respeto como para ser recubiertas de grafiti, como Pancho Villa y la Virgen de Guadalupe. Nadie se atrevería a dejar su tag en los ojos de Emiliano Zapata.


Las colonias toman forma gracias a los diseñadores de carteles comerciales. Ellos saben qué tiendas se inauguran y en dónde. Conocen los gustos de la gente. El hombre de la tienda me contó que la uniformidad de la tipografía de Tepotzotlán se debía a un programa municipal cuyo fin era crear una imagen urbana uniforme reminiscente a un pueblo provinciano pintoresco que resultara atractivo a los turistas. No se trataba de letras tradicionales sino un tipo de letra de otras regiones traída al pueblo. Era una antigüedad falsa, pero nadie lo notaría entre las calles empedradas y caminos arbolados.
Para él, seguir una planilla era un poco más aburrido, pero además del convento colonial, la tipografía sí ayudaba al pueblo a atraer más turistas. Al final el cliente determina el producto. El rotulista pinta lo que quiere el cliente. Y Tepotzotlán quiere ser un tesoro rural y colonial bajo la montaña al norte de la ciudad, no otro suburbio envuelto en concreto. Las letras en la pared lo indicaban.