En los símbolos y sistemas pictóricos de los límites de la ciudad se mezclan muchos estilos. Uno de los aspectos más interesantes del extrarradio de la ciudad es que refleja la cultura contemporánea y sus conflictos. A fin de cuentas, su construcción se sigue llevando a cabo. Si bien hay una cantidad enorme de imágenes en la zona limítrofe de la ciudad, no se ven tantas tradiciones simbólicas, al menos no dan cuenta de la enorme riqueza de las distintas simbologías presentes en la esfera religiosa.
Iconografía chola: Cuautepec Barrio Bajo
Las pandillas de cholos tienen sus orígenes en la cultura de migrantes mexicanos a Estados Unidos en la década de los cuarenta y los cincuenta, específicamente al sur de California, conocido como Sur 13 y representado en los grafitis como Sur xiii o Sur 3c. Otra herencia de aquellos tiempos es la ropa holgada, la cual revela cómo se veían las tallas de los obreros caucásicos en los cuerpos más pequeños de los mexicanos. La ropa demasiado grande se convirtió en señal de orgullo y respeto. La influencia chola en los límites de la ciudad de México se debe a los pandilleros a los que han deportado a México.
El concepto de orgullo está muy presente en la cultura chola. Se refleja en las letras góticas adaptadas para su grafiti: la tipografía gótica enmarañada suele asociarse con lo antiguo y respetable, como los documentos de la corte y los titulares de los periódicos. Un aspecto distintivo de esta caligrafía es que la “E” se escribe como “3”, se le conoce como la “e” del gánster. El orgullo se refleja en los grafitis monumentales que conmemoran a pandilleros caídos o encarcelados. ¿De qué están orgullosos los cholos?
Están orgullosos de su barrio, de su capacidad para la violencia, de su estancia en la cárcel, de su lealtad a la pandilla, de las adversidades que han vivido. Están orgullosos de su herencia azteca —símbolo de su herencia mexicana— y de haber cruzado la frontera. Están orgullosos de mantenerse impasibles ante los momentos buenos y malos de la vida —la vida loca—, una vida que debido a sus contradicciones y exigencias nunca puede ser armoniosa ni pacífica.
Este es el simbolismo que se ve en su grafiti. La pertenencia a la pandilla se personifica con un pandillero idealizado, fuerte, imponente y valiente con un bigote anticuado y una fedora. La imagen del payaso feliz y triste representa la tragedia y la comedia de la vida. La virgen presta socorro. Una pirámide escalonada puede simbolizar los orígenes mexicanos de la raza. Una camioneta pick-up puede aludir al cruce de la frontera.
No sorprende que una subcultura con una mitología y etos tan marcados, vinculada con Estados Unidos, que recurre al orgullo y a la dignidad individual, que expresa un odio absoluto a la autoridad convencional y posee un nivel de violencia elevada se haya extendido tan rápido.
La iconografía de los centros comerciales: el Sendero Iztapaluca
Los centros comerciales, vastos y desconectados de la cultura local, no son entornos frecuentes en la periferia. La novedad es uno de sus principales atractivos simbólicos. Su tamaño ya es por sí mismo algo nuevo, al igual que el hecho de que estén aislados del mundo exterior. La traducción de la cultura global a la local deja espacios raros.
Muchas tiendas tienen nombres que podrían parecer acogedores y familiares, muchos incluyen el posesivo del inglés: Domino’s, Appleby’s, Chili’s, Sam’s Club, como si fueran propiedad del tío italiano amigable, Dominic; el blanco, anglosajón, protestante y trabajador, Mr. Appleby; Chili, un latino trabajador con un gusto por las salsas picantes y desde luego, el tío Sam, conocido y querido por todos. ¿Quién no querría ir a una tienda de tecnología que parece amigable y se llama Radioshack? En papel, da la impresión de ser un pueblito en el que todos se conocen. Debido a que la publicidad se aprovecha de lo que la gente no tiene, no es raro encontrar este efecto fotonegativo en los centros comerciales. Sin embargo, sólo en la periferia se traduce de modo distinto porque la gente se conoce.
En los límites de la ciudad de México estos nombres extranjeros parecen exóticos, extranjeros e imbuidos con la superioridad de los gustos y procesos del primer mundo. La llegada de un centro comercial a un barrio pobre le sabe a progreso. Comprar algo en un centro comercial da la sensación de prosperidad personal. Aunque la misma mercancía se puede encontrar en los mercados callejeros del Centro Histórico, el simple hecho de comprarla en un centro comercial nos hace parte del progreso.
Prácticamente toda la caligrafía e imágenes de los centros comerciales son logos y publicidad. Tampoco es raro que precisamente estos símbolos de identidad dominen el paisaje iconográfico del lugar. En el centro comercial del extrarradio de la ciudad se construye la identidad, se crea la imagen urbana.
Elementos iconográficos prehispánicos: Iztapalapa
El historiador Arnold J. Toynbee, quien documentó los ciclos de vida de las civilizaciones, aseguró que a veces la civilización se sumerge un rato, da la impresión de desaparecer, pero regresa siglos más tarde. Ese parece ser el caso de la cultura indígena en México. De repente la iconografía prehispánica se manifiesta en un muro cerca de una autopista o detrás de un campo deportivo.
La imaginería prehispánica más común en el grafiti parece ser la pirámide escalonada y el guerrero águila, no como parte de una tradición continua sino como la evocación del pasado. El guerrero es el símbolo del orgullo y la pirámide refleja los logros, la capacidad de construir como parte de un origen mítico.
En los grafitis están ausentes figuras prehispánicas más precisas, como ciertos dioses. Sin embargo, cuando la pintura callejera tiene un tinte más artístico, la tradición muralista mexicana exhibe su influencia. Motivos prehispánicos específicos, como por ejemplo los dioses Quetzalcóatl o Tláloc, se vuelven fuentes de inspiración más frecuentes. En cambio, en el universo de los tatuajes se ven muchas imágenes prehispánicas más específicas, sobre todo representaciones de deidades, en particular aquellas asociadas con Mictlán o el inframundo, así como la calavera, un símbolo muy popular en México.
Los tatuadores consideran estas imágenes “tribales” y se ven con frecuencia entre la gente joven de la periferia. Suelen acompañar un rechazo a la cultura occidental y la organización social modernas. Este fenómeno se desestima como cierta forma de pseudoindigenismo porque quienes portan los tatuajes no son indígenas. Entre los indígenas rurales y conservadores y los mestizos, progresistas y urbanos existe una división cultural enorme. En todo caso el uso de la imaginería prehispánica entre los últimos puede ser muy puntual.
Por último en donde también se ve la influencia prehispánica es en la imaginería de los calendarios que los pequeños comerciantes obsequian a sus clientes en Año Nuevo. A veces muestran imágenes como la dama dormida con el gigante que la cuida, o sea, la princesa azteca y el guerrero con los volcanes Popocatépetl e Izztaccíhuatl de fondo. En este caso puede tratarse de un tendero indígena que hace una alusión juguetona a sus orígenes y le da un toque personal a su calendario.
Tatuajes: Ecatepec
Los tatuajes son un canal interesante para el talento artístico local, así como un indicador importante de las dinámicas sociales. La gente necesita explicarle el tatuaje que quiere al tatuador. Como es natural, debido a estas explicaciones, los artistas tatuadores conocen muy bien los estados mentales de su clientela. El tatuador, en su saloncito con sala de espera, es una presencia común en los límites de la ciudad.
Los tatuajes tienen funciones distintas. Pueden ser un recordatorio de las obligaciones o adversidades a superar, así como amuletos protectores. En las culturas pandilleras de la cárcel, los tatuajes son como un uniforme, uno que nunca se quita. Al llegar a la cárcel, los tatuajes establecen el rango y los logros personales cuando no hay otra marca identitaria. Plagiar un tatuaje así podría ser peligroso si los otros pandilleros lo descubren, sería como hacerse pasar como soldado. Cuando alguien ha estado en la cárcel, se acostumbra tatuar una telaraña en el brazo. Con cada nueva sentencia se agrega una hebra circular a la telaraña.
En cuanto a los tatuajes protectores, los símbolos religiosos son desde luego populares. Varían entre Jesús y la Virgen de Guadalupe a la Santa Muerte. La Santería, en cambio, prohíbe los tatuajes pues los considera profanaciones al cuerpo. Los tatuajes también pueden ser símbolos de compromiso personal, tal es el caso de los lobos, que pelean por su manada, o los leones, que defienden a sus cachorros. Por otra parte están los puramente estéticos y las elecciones son bastante globales, el pez japonés koi es muy popular. Las hadas, mariposas, flores y pájaros también son comunes, al igual que los dragones y los caracteres chinos.
Una contribución interesante y muy mexicana a la iconografía global del tatuaje es la calavera femenina y virginal con cara de payaso, suele ser la cara de una mujer joven y sexy con puntadas en la boca y círculos negros en torno a los ojos, el patrón del maquillaje de un payaso y el hábito de la Virgen de Guadalupe. Combina varios símbolos con connotaciones religiosas y pandilleras en una imagen ornamental de significado difuso, salvo por las asociaciones vagas con las distintas fuentes de la imagen.
Los jóvenes que viven en el extrarradio llevan una iconografía multicultural tatuada en la piel.
Letreros pintados a mano: Valle de Chalco
Aunque los letreros diseñados en computadora se están volviendo más predominantes, los letreros pintados a mano todavía son la norma en muchas zonas de la periferia como Milpa Alta y Valle de Chalco. Los rotulistas pintan las fachadas de los edificios municipales, escuelas, tiendas, casas y vehículos, pintan a mano nombres y direcciones, productos y publicidad. Con frecuencia la caligrafía va acompañada de pinturas de figuras icónicas como personajes de Disney para una escuela primaria o un pollo de caricatura para un lugar de pollos asados. Un salón de belleza podría tener pintada en la fachada la cara de alguna modelo rubia.
La tipografía de los letreros varía: gótica, script, san serif y toda una gama de tipografías muy antiguas. En ocasiones los rotulistas se apropian de fuentes existentes y otras ellos mismos las inventan. Las fuentes siempre se adaptan a los espacios. El resultado es un paisaje exuberante lleno de alfabetos enroscados y letras excéntricas.
A veces estos pintores empiezan como aprendices y cuando se vuelven lo suficientemente buenos, montan sus propios locales y crean cadenas de maestros y aprendices.
Los letreros pintados a mano son la norma en las zonas rurales, y cuando aparecen en la megalópolis crean una atmósfera amigable y provinciana. Campañas mal informadas como la de Pepsi Cola que le entrega a las tiendas letreros de plástico con los logos de Pepsi están disminuyendo la presencia del letrero idiosincrático pintado a mano.
Un papel interesante de los rotulistas es repeler el grafiti. Si alguien está cansado de tener el muro cubierto de grafiti, puede contratar a un rotulista para que pinte un mural con alguna figura respetada; nadie querrá garabatear sobre Emiliano Zapata, Pancho Villa, Jim Morrison, Marilyn Monroe o la Virgen de Guadalupe.
Los letreros en cursiva enroscada que decoran los taxis y los camiones de la periferia son particularmente bellos. La variedad increíble de letreros pintados a mano es una de las tradiciones gráficas más interesantes de México y sin embargo, la menos estudiada.