Los mexicanos son muy espirituales. Las efigies religiosas están por todos lados: en estacionamientos, gasolineras, avenidas, tiendas de abarrotes. Se podría decir que México es una entidad religiosa y no una política, un mosaico de altares y santos. El extrarradio de la ciudad de México refleja un dinamismo religioso enorme, puesto que las creencias de las personas cambian cuando éstas se enfrentan a un entorno nuevo. En vez de volverse menos religiosos, su religiosidad se diversifica. A la vez, los mexicanos son creativos en torno a su religiosidad, son capaces de inventar sus propios rituales y doctrinas. Los límites de la ciudad de México es un hervidero para la innovación religiosa.
Catolicismo sincrético: Milpa Alta
Cada tres de enero, los habitantes de San Francisco Tecoxpa, en Milpa Alta, hacen una peregrinación de siete días a Chalma —en el Estado de México—, en la que cruzan 100 kilómetros de montañas. El viaje dura cerca de dos días, se llevan las efigies de la iglesia parroquial al santuario de Chalma, en donde éstas pernoctan a un lado de la imagen reverenciada del Señor de Chalma. Después las regresan, recargadas por la visita anual a la figura divina de Chalma. Esta caminata por las montañas comenzó mucho antes de la llegada de los españoles a México.
Durante la peregrinación se cantan canciones en honor al Señor de Chalma. Estos cantos lúgubres son lo opuesto a los salmos protestantes, alegres e inspiradores. Cuando uno escucha las letras se percibe con claridad que alguna vez los pobladores de Milpa Alta veneraron a demonios, pero que el Señor de Chalma los condujo a la luz. Esto se especifica en una canción que narra la derrota de los dioses prehispánicos y el hecho de que el dios cristiano aceptó a la gente de Milpa Alta en la luz.
La peregrinación en sí misma es un suceso circular, como el calendario azteca. Después de realizarla durante varios años, uno entiende que sólo hay una peregrinación y que cada repetición durante el tres de enero sólo le suma, como el crecimiento en espiral de una concha. Al hacer el recorrido uno forma parte de la historia general de la peregrinación que engloba la historia del pueblo. Y aquellos que han participado ocupan un lugar en su recuerdo.
Asimismo, las festividades religiosas como la peregrinación son un momento para brindar servicio comunitario. La gente le regala comida a los peregrinos o contribuye con sumas cuantiosas para la organización del recorrido. El santo del pueblo no sólo es un indicador de identidad geográfica, las ceremonias religiosas también definen la estructura de la comunidad. Durante las ceremonias la participación de la gente es muy variada: algunos son portadores de una efigie y otros organizan la totalidad de la peregrinación.
Las imágenes subyacen en la esencia del catolicismo sincrético mexicano. Un poblado que pierda la efigie de su santo fundador queda desprotegido y a expensas de la catástrofe. El santo fundador se apareció milagrosamente para que ninguna alguna estatuilla producida en serie lo reemplace. Es como si el santo hubiera elegido el poblado y la estatua fuera la manifestación física de esa elección.
Trinitarios marianos: Iztapalapa
Los trinitarios son uno de los grupos religiosos numerosos menos conocidos de México. Se estima que sus devotos suman seis millones. Son seguidores de Roque Rojas, a quien consideran el Mesías mexicano. Rojas nació en 1803 en la ciudad de México y murió en 1870. A principios de 1860 tuvo la revelación de que era el tercer Mesías, después de Moisés y Jesucristo. Después de esto fundó siete iglesias con sus respectivos líderes, colores y emblemas. Cada iglesia se fundamentaba en uno de los sellos mencionados en el Apocalipsis de San Juan. Tras su muerte las iglesias siguieron profesando su culto.
Roque Rojas aseguraba ser descendiente de sacerdotes otomíes. Según los trinitarios, su familia era criptojudía, judíos que declaraban ser católicos por miedo a la Inquisición. El símbolo principal de la iglesia es una pirámide con escalinatas y un ojo en la cima. La religión tiene veintidós mandamientos, algunos de los más compasivos se refieren al trato respetuoso de los pobres y a visitar a los enfermos en la medida de lo posible.
En los años veinte, la lideresa de la Iglesia Damiana del Sexto Sello se asoció con el espiritismo, el cual gozaba de popularidad en la época, incluso el círculo del presidente del país, Francisco I. Madero, lo practicaba. Los trinitarios marianos son descendientes espirituales de esta combinación de espiritismo y la creencia en el mesías mexicano. Los espíritus de la era prehispánica, a veces de curanderos indígenas, descienden en los trinitarios con el don y los asisten en rituales de curación. A veces Dios o la Virgen María descienden en los sacerdotes.
Ante todo, esta religión es popular entre los pobres. Por ello, la fe es común en los barrios marginales y no se le conoce fuera de este contexto. Debido a que el propio Dios, Jesucristo y la Virgen María hablan en las misas, existen muchas divisiones dentro de la iglesia y los mensajes tienen diversas interpretaciones. Así que muchas de estas pequeñas iglesias tienen nombres peculiares que enmascaran la relación que existe entre ellas y el hecho de que en principio, se adhieren a las prácticas trinitarias. Según Silvia Ortiz Echaníz, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, los trinitarios estiman que tienen cerca de ocho millones de fieles.
Algunas características notables de la religión son su rechazo al mundo material y el materialismo a favor del mundo espiritual, su linaje prehispánico, el empleo de la medicina tradicional mexicana y un dinamismo considerable incitado por la revelación divina constante que se refleja en muchas divisiones.
La Santa Muerte: Tultitlán
La Santa Muerte es una corriente religiosa que surgió en el barrio central de Tepito en la ciudad de México en los años cincuenta y sesenta. Tradicionalmente Tepito ha sido el mercado negro más grande de México, punto de venta de mercancías robadas y productos pirata. En muchos sentidos, la Santa Muerte refleja su lugar de origen: es materialista y opera en un limbo moral, el dinero es una ofrenda común en los altares dedicados a ella. México se está convirtiendo cada vez más en Tepito, un lugar de informalidad organizada y oportunismo, en donde las reglas se infringen fácilmente. A medida que la cultura mexicana cambia, la Santa Muerte lleva estos cambios por todo el país y a través de sus fronteras.
Si bien la muerte parece un suceso muy espiritual, la realidad es que la Santa Muerte celebra el materialismo y el estatus —al menos en apariencia—, es más un memento mori, un recordatorio ostentoso y algo vulgar para aprovechar el día porque algún día morirás. Y tarde o temprano, la muerte se lleva a todos. No discrimina entre ricos y pobres, hombres o mujeres, buenos o malos. La muerte incluso perdona lo políticamente incorrecto, es una divinidad perfecta para el mercado irregular.
En 2008, Jonathan Legaria Vargas, conocido como Comandante Pantera, erigió un templo en honor a la Santa Muerte en Tultitlán. Poco después murió a manos de hombres armados no identificados. Según notas periodísticas, le asestaron más de cincuenta balazos. En el altar se siguen llevando a cabo misas y ceremonias, también es punto de venta de amuletos, estatuillas y libros. Se pueden encargar rituales de asistencia sobrenatural para resolver problemas prácticos.
La Santa Muerte es una declaración de la crisis de fe en la autoridad y las reglas, su expansión acelerada por todo México explica el colapso de los valores sociales en favor del individualismo. Sin embargo, a pesar de su presencia evidente, su culto padece los valores que promueve.
El crimen compensa y la Santa Muerte podría ayudar a que se cumpla ese fin, sin embargo, crear una doctrina religiosa y estructuras sociales en torno a un culto tan oportunista es una cuestión distinta.
Los Santos de los Últimos Días: Cuautepec
La iglesia de los Santos de los Últimos Días de los mormones es una presencia extendida en la periferia de la ciudad. Uno se encuentra con los misioneros recorriendo las calles: parejas de hombres jóvenes que visten camisas blancas y pantalones negros y que le dedican un año a la búsqueda de conversos; hay en ellos una incongruencia extraña. Los salones en los que se reúnen ostentan sus rasgos distintivos: techos triangulares y torres puntiagudas; son frecuentes en el paisaje capitalino, sobre todo en la colonia Cuautepec Barrio Bajo, en donde la iglesia tienen varias capillas y un internado.
La proliferación del mormonismo en México no es coincidencia. Se trata de una religión aspiracional, un boleto para las clases medias, tal como lo demuestran sus pulcros misioneros con sus corbatas y placas de identificación. La iglesia también es una máquina urbana que funciona muy bien. Cuando cerca de veinte conversos han constituido una comunidad, la iglesia les renta una casa para que puedan dedicarse a sus actividades. A medida que la comunidad crece, la iglesia comienza a buscar propiedades en la zona. Una vez que se suman setenta devotos, la iglesia compra un terreno. Después se construye un salón con capacidad para unas cien personas, según indicaciones desde Salt Lake City.
Acostumbran tener una cancha de basquetbol y se ocupan de que el pasto esté siempre verde. La indicación más clara de la naturaleza aspiracional de esta religión es que hay tres modelos de edificios cuya intención es que tengan mejor aspecto, aunque nunca mucho mejor, que su entorno directo. Este sentido de normalidad renovada, no demasiado especial, aunque sin duda diferente, explica cómo las tensiones aspiracionales se presentan en muchos barrios en el extrarradio de la ciudad, así como el estilo arquitectónico estadounidense de las capillas.
El terreno que ocupan es lo suficientemente amplio como para albergar dos salones. A medida que la comunidad crece, también lo hacen los edificios. Una vez que se reúnen 200 personas, la comunidad se divide. Se construye otra capilla a por lo menos media hora de distancia en transporte público. Así la iglesia crece como una enredadera en la fábrica urbana.
Santería: Ecatepec
Esta religión vudú de origen afrocubano es popular en la ciudad de México, sobre todo entre la policía. Un comandante de sector me contó que 20 por ciento de las fuerzas de la policía de la ciudad son practicantes de la santería. A los santeros se les puede reconocer por sus brazaletes y collares de cuentas bicolores, así como por su vestimenta blanca durante las ceremonias. El color del brazalete indica a qué orisha o divinidad se es devoto. Los brazaletes que más abundan son los verdes y los amarillos, pertenecientes a Orumla, la deidad de la profecía, así como los rojos y los blancos de Shango, el dios de la guerra.
La santería tiene un componente mágico muy potente, se sacrifican animales para conseguir la intervención sobrenatural en temas seculares. Se dice que este aspecto práctico es una de las razones por las que el culto es popular entre los miembros de la policía, quienes operan habitualmente en una zona gris, de moralidad y ética complejas, de corrupción sistemática y servicio público. En una sociedad tan espiritual como México, las soluciones mágicas son un recurso frecuente cuando se enfrentan adversidades. Cualquier racha de mala suerte incita a la gente a recurrir a prácticas y medios de protección mágicos. En este sentido, la santería es una religión efectiva para aquello en situaciones precarias. Asimismo, es buen negocio para los babalaos o sacerdotes, pues una ceremonia de magia puede ser una inversión concreta en la salud, la felicidad o la fortuna de una persona. Los milagros pueden ser un producto lucrativo.
Los santeros organizan eventos comunitarios muy festivos, acompañados de música, comida y baile, ya sea en casas privadas o salones rentados. No es raro que percusionistas que no son santeros toquen en estos eventos. Aunque la paga es relativamente buena, se les exige que aprendan ritmos afrocubanos para participar en los llamados religiosos y responder durante las ceremonias. Los adeptos deben aprender yoruba, la lengua del reino antiguo de Benín, en Nigeria, para pronunciar las invocaciones rituales y progresar dentro de la religión.
La santería tiene practicantes de magia blanca y negra, con lo cual resulta atractiva a aquellos que no quieren ceñirse a nociones ortodoxas del bien y del mal. También se dice que está de moda entre las personas que trabajan en la industria del entretenimiento.